Buzz y Woody

Las amistades, como el amor, no se buscan. Aparecen sin más, como un hallazgo valioso e inesperado, causal o por destino: eso que se conoce como serendipia. Es cuestión de práctica, error y acierto. También inconsciente, porque el vínculo que une a dos personas está trazado por factores que escapan a la voluntad. Conocer a alguien, al fin y al cabo, es como conocerse a uno mismo. Lo que gusta y lo que no. Preferir una canción a otra, el dulce o lo salado, más de apego o de frialdad. No es que sea como conocerse; uno aprende a saber más de si mismo, viéndose en situaciones que quizás nunca antes se habría planeado. 

Una parte de lo que somos es consecuencia directa de las personas que conocemos, y la amistad es causa de no perder nunca una de las piezas que conforman a cada uno de nosotros. Claro que las personas evolucionan, y así la amistad nunca deja de ser un camino, un proceso de aprendizaje. Es un viaje al interior de otra mente. Creo que traicionar a un amigo es de las cosas más viles que pueden hacerse en esta vida: darle la espalda a quien es apoyo, consejo, ánimo y refugio; es casi como traicionarse a uno mismo.

Y no, no es que haya que ponerse sentimental con esto. Es una reflexión, un momento para recordar la fortuna de tener a personas en tu vida que hacen de ella un poco mejor sin que te lo plantees. Están ahí, y con eso basta para sentirse reconfortado. Cuando se avecine la tormenta, no habrá nadie que pueda detenerla, pero sabes que habrá alguien que te ayude a remar cuando ésta se desate.

P.d: Gracias a Hugo, a mi pequeña Mujer Bruja, a S. Vidal y a Cacho, por ser mis compañeros de remos en las grandes tempestades 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Veintisiete

2025

Noviembre