Amor, veneno
Pongamos que hablo de Madrid. Rebelde, desenfrenada. Te quiere, pero nunca la oirás decirlo. Prefiere la música alta, la poesía de extrarradio. La encontrarás regalándote un atardecer en el Templo, un café cargado de ironías o una risa difícil de olvidar. Pongamos que hablo de calles vacías. O no.
Le aterra quedarse sola, vacía, sin nadie que respire el aire que brota de cada uno de sus rincones. Tiene defectos, pero no lo reconoce. No le mientras, porque acabará por destruirte. Lo importante es que le hagas reír. Regálale una sonrisa cada día, y habrás ganado un pedazo de su lado más canalla. Vive su arte, sus secretos. Vive.
Dale tus mejores noches, tu azotea en compañía, y la estampa de Gran Vía un atardecer cualquiera. Y cuando sientas que no puedes más, huye; pero vuelve. Te estará esperando.
Pongamos que, en realidad, hablo de ti
Para A: te debo el café de mañana y la cerveza de tarde en la azotea que ya has hecho casi tan mía como tuya
Le aterra quedarse sola, vacía, sin nadie que respire el aire que brota de cada uno de sus rincones. Tiene defectos, pero no lo reconoce. No le mientras, porque acabará por destruirte. Lo importante es que le hagas reír. Regálale una sonrisa cada día, y habrás ganado un pedazo de su lado más canalla. Vive su arte, sus secretos. Vive.
Dale tus mejores noches, tu azotea en compañía, y la estampa de Gran Vía un atardecer cualquiera. Y cuando sientas que no puedes más, huye; pero vuelve. Te estará esperando.
Pongamos que, en realidad, hablo de ti
Para A: te debo el café de mañana y la cerveza de tarde en la azotea que ya has hecho casi tan mía como tuya
Comentarios
Publicar un comentario