Me gustaría decir que sí. Que me quedé enredado en su pelo y en sus sábanas. Que aquella tarde el frío no se atrevió a entrar y que cada caricia se convirtió en una excusa para parar los relojes. Que cada beso no se convirtió en una cicatriz que todavía duele, que tus sonrisas ya no me persiguen.

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