Bailando con lobos
"Illo, no hay que rajarse pa escribir.."
No soy de seguir los consejos. Ni siquiera los de mi propio subconsciente. Esa alarma que te salta como un maldito intermitente que vaticina una maldita desgracia. ¿Qué cojones estás haciendo? La vas a cagar, aléjate. Pon distancia. Huye. Y yo ni puto caso. Me gusta el riesgo, llevarme las hostias; es así como mejor se aprende. Y como de verdad se vive.
El ser humano es imprudente e inconsciente por naturaleza, una tara que arrastra casi desde su aparición en escena en la gran pieza teatral que es la historia del universo. Sartre hablaba de la dualidad libertad/condena del hombre, ya que siendo libre, está condenado a ser responsable de sus acciones en el mundo. Y con esa filosofía quiero decir que sí, somos libres de decidir cuándo y cómo llevarnos la hostia, pero estamos sentenciados a ser los únicos responsables de recibirla.
Y sí, me sigo refiriendo a mi mismo. Me estoy condenando a llevarme el golpe, y aún así lo quiero. ¿Recuerdas esa llamada de atención del subconsciente? Aunque no lo crea, me llega. Me susurra y yo intento hacerle caso. Y casi lo consigo. Es como una farola encendida en toda una calle a oscuras una noche de borrachera, cuando se te ha olvidado hasta cómo caminar. Y la farola emite un último destello, y entonces muere. La apaga mi ejecutor. Yo, que me obligué a la fortaleza de mi interior hacia fuera. Yo, que me entregué a la sumisión de las sábanas y el sexo. Él está ahí, con fachada bonita y cuidada, que impresiona. Y yo me dejo atrapar porque soy imbécil.
Quizás la imprudencia es la causa, como lo es el exceso de confianza. Como esa calle y esa farola. Sí, te crees que sabes llegar a casa, que podrás, y no es así. Y ya no es que nadie apague esa luz, es que en el fondo de tu mente, de tus pensamientos enlazados como cubo de Rubik mal encajado, que en realidad has sido tú quien deseaba que la luz se apagase. Es así, pero no debe ser así. Querías dejarte atrapar. El conflicto entre el ser y el deber ser. Como si tuvieras la cabeza en la guillotina de Hume. O la espada de Damocles pendiendo sobre tu cabeza. No importa si tu problema es averiguar qué debes hacer o hacerte ver lo difícil de la decisión.
El caso es cometer la imprudencia de pensar que el mal es atractivo. Y así te llevas la hostia. Quizás el fallo está en ser humano. Y quizás eso no tiene remedio. No puedes elegir ser, por ejemplo, un monstruo. Porque todos los monstruos son humanos. Porque quizás te gusta el lobo. Y es que la sociedad se ha dejado guiar por el eclesiástico pensamiento de que el mal es pecado, está mal. No nos engañemos: cuanto más prohibido es algo, más nos atrae.
Me gusta el mal, los golpes a traición, la oscuridad, el lobo del cuento. Me gusta la imprudencia. Y quiero acabar con él. A mordiscos, arañazos y sexo duro. Y como en un orgasmo, llevarme entonces la hostia. El éxtasis.
"...¿Y si te sale una obra maestra?"
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