Esta es la historia
de una ciudad en carnavales.
De la Tacita que brilla
que por estas fechas trae una brisa de pasodoble y tanguillos.
Que en las venas y hasta el alma se te entrometen
el compás del tres por cuatro,
el sonido de una bandurria,
un grito de gallinero.
Y ya suenan cerca del templo
los pasacalles, los pitos,
y las tablas del teatro,
el telón y gallinero, lloran de pena si faltan sus gritos.
Y que la luna de febrero bañe
las agüitas de la Tacita,
que muerta de envidia, muda, proteste,
si soy yo quien se muere
por tus besos.
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