Tengo unos labios
a los que les da vergüenza besarte.
Que sienten miedo al hacerlo,
no vaya a ser la última vez que lo hagan.


Unos ojos que se mueren por mirarte,
por descubrir el dolor, el odio o el amor
que escondes; que se muren por admirar
algo que es tan hermoso que solo se puede guardar
silencio en su presencia.


Y una lengua vivaz, ardiente,
que con permiso

te recorrería.

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