Por el miedo a equivocarnos

El miedo. Es la peor de las ayudas, quizás la más sensata, y la que nos ayude a evitarnos más de un problema. Pero es la peor. Porque cuanto más miedo tienes a cagarla, más la cagas. Y lo peor de todo es que la cagas con la persona que más quieres, y para colmo, se produce un efecto mariposa, que logra que jodas hasta a quien no se lo merece. Jodes a esa amiga a la que hace tan solo unas horas habías alegrado la mañana. Eso duele, y más si te dice que no se enfada contigo porque no puede. 

Y luego vas y jodes a esa persona que tanto quieres, que termina llorando una vez más por tu culpa, porque dice que lo mereces, que mereces la pena como para llorar por ti. ¿Y tú, qué le dices? Que no vales tanto, a sabiendas de que no va a cambiar su opinión. Te das cuenta de que tenías miedo a cagarla y por el miedo a equivocarte...te equivocas. Tú, ella...y comienzan las interminables horas que tendrás que esperar hasta que ella decida que está lo suficientemente bien como para volver a hablarte, a decirte que te quiere...
Porque esa es otra. El miedo también te hace pensar instantáneamente que va a dejar de quererte, o no, que va a quererte menos. Ya no es cuestión de vencer la impotencia de no poder verla porque, eh, estáis a 500 kilómetros o así, sino porque no sabes qué hacer para que te diga: va, no importa, te quiero. Hablemos amor. No, no es así de sencillo. Porque tienes que admitir que siendo al revés tú no lo dirías. Y eres egoísta pensando que ojalá ella sí te lo diga. Sé realista, vale más que tú. ¿Qué hace contigo?
Ahora te queda esperar hasta dentro de 2, 3...horas infinitas, quizás hasta mañana para que decida que todo está bien y que desde ese punto van a ir bien. Apúntate otra condena, y ya van 4 que te buscaste. 

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