Sin
No hay luna, no hay nada. La oscuridad se consume como la llama de la pasión que has sofocado en mi cama hace tan solo unas horas.
Las sábanas revueltas tienen impresas cada acción, cada beso y cada grito al compás de los latidos de nuestras almas. Reposo, de tu cuerpo, completo sobre mi colchón, un claxon lejano de un coche en la avenida. Cosas efímeras. Aquí me siento sola, encaramada al balcón de la habitación como un pobre diablo, procurando no mirarte de nuevo.
Estabas preciosa cuando te hice gemir en el silencio de la noche, mientras te corrías en la máxima expresión del delirio. Sin duda los mejores orgasmos de tu vida.
Y ahora pareces tan inocente, tan pura. Si tu madre supiese... Sin embargo, nuestros corazones nunca han estado tan separados como hasta este momento.
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