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Mostrando entradas de diciembre, 2014

La fe de los incomprendidos

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Nunca tuve una fe demasiado consistente: fui devoto de tu silencio, austero y a destiempo, pero siempre tan oportuno. Me deleité cada domingo  con la misa que ofrecían tus suspiros y gemidos,  tus exhalaciones y quejidos,  tus delirios y tus reproches y tus te quiero. Veneré a todas horas tu cuerpo, impuro y húmedo,  perfecto y sencillo y mío por entero. Recé a tus pensamientos  cada día para que nunca te obligaran a dejarme y privarme así del objeto de mi fervor. Y es que los santos no siempre visten hábito  y esperan en los altares ser adorados, a veces llevan sólo su sonrisa y te esperan en tu cama.