Funambulista
Hoy es día de dormir para dejar de llorar. O para hacerlo hasta caer dormida. Una causa, la otra efecto. Es día de nubes, de acostarte con tus pesadillas. De despertarte llorando porque no has podido con ellas. Es uno de esos en los que te sientes como un funambulista sobre el gran cañón, sin cuerda. En definitiva, cayendo al vacío. Las horas muertas se desploman sobre ti, y ruegas en silencio porque alguien te las quite de encima, te salve. Y en el fondo, sabes que no va a ser, porque no es un día para ser rescatada. Es un día de mantas, pero no de película con palomitas, sino de almohada y Andrés Suárez, clínex y autodestrucción. Sientes esa corriente de aire en el pecho: el frío que precede a la quiebra emocional. No llueve fuera, pero la sensación es esa, porque esperas un mensaje que no llega porque claro, una vez más no es de esos días. Estás fuera de lugar, te repites, marchitándote, desgastándote. Vamos, reacciona. Pero no, hoy va a ser que no. En realidad, toda es...